domingo, 8 de noviembre de 2015

Lento, amargo animal...

Lento, amargo animal que soy, que he sido, amargo desde el nudo de polvo y agua y viento que en la primera generación del hombre pedía a Dios. Amargo como esos minerales amargos que en las noches de exacta soledad --maldita y arruinada soledad sin uno mismo-- trepan a la garganta y, costras de silencio, asfixian, matan, resucitan. Amargo como esa voz amarga prenatal, presubstancial, que dijo nuestra palabra, que anduvo nuestro camino, que murió nuestra muerte, y que en todo momento descubrimos. Amargo desde dentro, desde lo que no soy, --mi piel como mi lengua-- desde el primer viviente, anuncio y profecía. Lento desde hace siglos, remoto --nada hay detrás--, lejano, lejos, desconocido. Lento, amargo animal que soy, que he sido.

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